37 mujeres asesinadas, víctimas de la violencia machista, en lo que va de año; 7 en el tórrido agosto; la última esta misma mañana en Galicia. Huérfanos y familias destrozadas, no sé... Podéis consultar las estadísticas, que están tan en boga, en cualquier página insitucional. Este desatre es la punta del iceberg de una realidad dominante y mayoritariamente aceptada: el machismo. #Machismomata es algo más que un hashtag de twiter. Está tan arraigado en nuestras mentes que no nos damos cuenta de la barbaridad de hechos, palabras y actitudes que están pringados de machismo. La estructura de una noticia sobre un asesinato machista es solo un ejemplo: se enuncia el suceso; se aclara que no había denuncias previas en la mayoría de los casos ("¿ves tú? Si la tía no había denunciado, ella se lo ha buscado...", hipotético pensamiento reflejo); y finalmente aparecen unos vecinos extrañadísimos de lo ocurrido porque el asesino (presunto asesino, perdón) parecía "normal" (lo que revela un absoluto desconocimiento de los mecanismos de actuación del maltratador). Ni las leyes, ni las campañas, ni las redes de apoyos, ni los teléfonos gratuitos de asistencia a víctimas son suficientes.
¿Qué hacemos entonces? ¿Seguir contando víctimas? ¿Desgañitándonos en las redes sociales? ¿Trabajando en educación en contra de la corriente social que no hace más que seguir difundiendo estereotipos machistas y sexistas? Son preguntas retóricas porque al menos yo no tengo la respuesta. O la que tengo es demasiado "complicada" (usemos un eufemismo, que también se lleva mucho)
Se me ocurre, entre otras cosas, una medida frívola, que haga juego con la sociedad frívola en que vivimos. ¿Y si consiguiéramos que el machismo deje de estar de moda? ¿Y si se generara una auténtica repulsa social por simple estética? ¿Qué tendrámos que hacer para que la contemplación de una persona que muestre la más mínima actitud machista genere asco? Algunos ejemplos. Si un chico o chica llama zorra a una joven por hacer uso de su libertad sexual, la pandilla, en vez de corearlo, ridiculiza al protagonista de la declaración. Si un imbécil considera que una mujer violada tiene alguna responsabilidad porque, imaginemos, va sola por la calle a altas horas, el auditorio, en vez de enfadarse, pone cara de estar oliendo la peste de un basurero y desprecia sin más al susodicho imbécil. Que los hombres que no comparten tareas en el hogar, los que van de machitos alfa, quienes no comprenden que una mujer sea su jefa, los cavernícolas que se creen con el derecho de controlar la ropa, amistades o actividades de sus parejas dejen de estar de moda. Que la diferencia de salarios por razón de sexo nos produzca tanta extrañeza como la nieve en un verano del sur. Que el aislamiento social a un maltratador sea algo automático y natural. Que las bromas machistas dejen de tener gracia.
No se qué tipo de campaña y educación harían falta para conseguir lo ya enumerado y lo mucho que me dejo en el tintero. Pero empecemos por nosotras y nosotros mismos. Tolerancia cero. Machismo mata. Machismo feo.