Yo tengo amigas de muchas formas, tamaños y colores.
Tengo amigas que construyen aviones, otras
que hacen dibujitos, otras que cocinan y otras que todavía no tienen muy claro qué camino tomar en la vida.
Tengo amigas caprichosas, firmes, sinceras y
emotivas. Amigas que se rompen con la más mínima interrupción de la perfección y amigas que te resuelven la vida en
cinco minutos. Amigas enfadonas, risueñas, cariñosas,
caóticas. Amigas
ligeras. Amigas que me desesperan con su tardanza y amigas que me sacan de mi
cabeza y me ponen en mi sitio.
Tengo amigas monogámicas, feministas, reivindicativas, cultas. Amigas cantarinas y
amigas con un pésimo sentido del
ritmo. Amigas sensibles, amigas implacables.
Tengo amigas altas, medianas y bajas. Con
barriguita, fuertes, con cicatrices, con pechos enormes en los que apoyo mi
cabeza cuando me abrazan. Con culazos, con canas, con arrugas, con bigote. Con
caderas anchas, abdominales marcados, pies grandes, manos finas, ojos claros,
llenas de pecas, blancas semitraslúcidas.
En fin, amigas de muchas formas, tamaños y colores.
Yo encuentro belleza en todas ellas.
Y siempre que me miro al espejo (que puede
ser real o metafórico) y y no estoy
contenta con el reflejo, pienso en esto.
Porque cuando más unida me siento a ellas es cuando se salen del prototipo
preestablecido, cuando me veo identificada en sus errores, defectos e
imperfecciones.
Reflexiono: si soy capaz de encontrar
belleza en todas ellas, ¿por
qué a veces no soy capaz de encontrarla en mí misma?
Y así, gracias a ellas, voy aceptando mi tamaño, mi forma y mi color.