Vivo este año la conmemoración del 8M desde la distancia cercana de un confinamiento obligatorio, de una convalecencia que se me hace eterna porque el bicho de moda ha entrado en mi vida y ha mantenido un duro pulso con ella. Le voy cogiendo ventaja y sé que acabaré ganando yo. Pero mientras, toca cultivar la paciencia, la espera y el cuidado. Aún los pulmones me dan aire con dificultad y durante más de un mes casi me quedé sin voz. Pero en ningún momento me han faltado las palabras. Ni las ideas. Ni los valores. Y uno de ellos es el que mañana se conmemora. En este panorama medio onírico, medio apocalíptico en que estamos viviendo creo que somos muchas y muchos quienes hemos pensado y hemos visto que este mundo necesita con urgencia un cambio quirúrgico. Esta pandemia se ha llevado por delante vidas, familias, economía, costumbres, modos de relacionarse. Llevamos una año de dolor y lágrimas que no olvidaremos jamás. Una vez más, como en todas las crisis, las mujeres han sido las más golpeadas. Y no me refiero a muertas ni a enfermas sino a otras consecuencias. El mundo de los cuidados, la brecha salarial, el desempleo, el maltrato se ha cebado con las mujeres. Las denuncias por violencia de género han aumentado. Las noticias de asesinadas han continuado, relegadas al último rincón de los periódicos.
Hace falta un cambio. Indispensable. Pero la revolución será feminista o no será. Esa "ridícula" idea de que mujeres y hombres somos iguales en derechos y deberes y que la equidad es una meta que hay que conseguir no se puede olvidar ni hoy ni mañana ni nunca. Tal vez no sea momento de manifestaciones (tal vez... es una opinión personal). Hemos tenido que soportar durante este año eterno las acusaciones machistas de que la culpa de la pandemia era del pasado 8M... Y mientras, hemos visto la procesión de manifestaciones de todo tipo de colectivos, sin respetar medidas de seguridad, y sin tener que sufrir las acusaciones que hemos soportado las feministas que salimos aquel 8M.
La pena penita pena que me da no vivir este 8M en las "trincheras" ha sido compensada sobradamente con el cariño con que Mila y Estrella me han ido informando de las actividades y de todo lo que están haciendo en el Juande por el 8M. Me siento plena al haber entregado el testigo de la Coeducación a Mila, una profesional preparada, con pasión, vocación y serenidad de sobra para realizar esta función indispensable en los centros. Y además, ha sabido coordinar un equipo gigante que han hecho maravillas fundamentalmente para visibilizar el papel de la mujer en todos los ámbitos de la vida y la cultura. Yo también recibí en su momento el testigo con mucho respeto. Porque en el Juande la igualdad se ha trabajado mucho y bien. Y en esa tierra común bien abonada es más reconfortante esforzarse y avanzar.
Gracias de corazón por elevarme el espíritu con vuestro trabajo. Yo no voy a dejar de conmemorar este día. Tengo muchas limitaciones aún, pero, como ya he dicho, cuento con mis palabras, mis valores y las ideas.
Va esta entrada por ese equipo maravilloso del Juande y, sobre todo, por la ingente cantidad de mujeres que siguen sufriendo las consecuencias del machismo aún imperante. Y por las mujeres invisibles, del pasado y del presente. No vamos a parar ni a callar. Somos más y más fuertes. Que dejen de soñar con que nos cansemos quienes empujan para desacreditarnos y hacernos desaparecer.
Un abrazo enorme desde mi cuarto en cuya ventana cuelga ya una bandera feminista casera...