Hace poco más de una semana animábamos a asistir desde este blog a la manifestación convocada en Madrid el 7 de noviembre contra las violencias machistas. Deseábamos y esperábamos que temblaran las calles de la capital. Y tanto que temblaron. Por los gritos de miles de personas, mujeres y hombres, contra todas las formas de violencia machista. Por la alegría y la esperanza de quienes pensábamos que aquello era importante y los responsables políticos iban a actuar. Por la tristeza de las víctimas, cuyos rostros y miradas delataban que estaban allí por algo más. Por las pancartas, eslóganes, frases más o menos radicales, destinados todos a terminar con una lacra que hace de la sociedad que la padece un mundo prehistórico. Y también temblaron las calles por las voces de quienes no estaban, por las voces de las mujeres asesinadas que parecían salir de la misma tierra para unirse a las voces de las vivas.
No ha pasado ni una semana y desde ese día han asesinado a cinco mujeres. Y mientras aún nos duraba la resaca de la esperanza nos han ido creciendo una rabia y un dolor por dentro difíciles de digerir. Porque no se trata solo de estos asesinatos repugnantes sino de la actitudes de quienes, por acción u omisión, hacen que este problema no se termine. Porque una inmensa, demasiado inmensa mayoría, no acepta que la violencia machista sea un problema real. Porque mucha gente muere cada día en España: por accidentes, enfermedades, atracos, suicidios... Pero las 45 mujeres asesinadas hasta este momento en nuestro país lo han sido por el hecho de ser MUJERES y ser consideradas por sus parejas o exparejas como posesiones propias con menos valor que el de una caja de cartón vieja.
Hoy nos hemos comido las lágrimas viendo cómo el último asesinato se producía aquí muy cerca, en Sanlúcar. Y hemos tenido que soportar cómo una cadena pública sacaba el testimonio de un vecino lamentando la muerte de sus dos amigos, como si en vez de un brutal asesinato hubiera sido una romántica muerte de una parejita cogida de la mano. Y hemos tenido que leer el artículo de un imbécil que en un periódico de tirada nacional criminaliza a los y las manifestantes del pasado 7N acusándonos de manifestarnos con la única intención de "hacer negocio con el crimen" (se refiere a los asesinatos por VG). Una persona, con mucha más serenidad que yo, ha enviado el artículo a la Fiscalía de la Violencia de Género. Esperemos que actúe con la celeridad con la que actúan otras Fiscalías cuando los picotazos afectan al poder.
No me pidan serenidad. Hoy no puedo. Malnacidos los asesinos. Malnacidos quienes por acción u omisión permiten que sigan actuando.
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