En 2008 fueron 84. En 2011 fueron 67. En este año que está cerca de acabar, 55.
No, no estoy hablando de datos referentes a la economía o a la política, sino de mujeres. Mujeres asesinadas, que no muertas. Mujeres cuyo único delito fue su género y que murieron a manos de aquellos que las habían considerado como propias.
Si echamos la vista atrás, podemos ver cómo la situación de la mujer en la familia ya no es la misma. Ya no se publican manuales de cómo ser una buena esposa, ni se nos enseña a coser en el colegio. Tampoco necesitamos que nuestro padre o marido nos autorice para administrar dinero ni se habla de chicas universitarias como algo inédito. Sin embargo, siguen muriendo mujeres.
Mientras generaciones de mujeres valientes y brillantes anteriores a nosotras han luchado por alcanzar los derechos que tenemos hoy en día, parece que nosotras nos hemos “relajado”. Hemos crecido escuchando que las mujeres son iguales que los hombres, que tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones y tanto es así, que lo hemos acabado dando por hecho. Y, sin embargo, siguen muriendo mujeres.
Puede que estas muertes tengan su origen en cómo se nos educa a ambos géneros. Comenzando por los juguetes “de niñas”; toda la sociedad considera que la responsabilidad de cuidar de los demás, de que toda la familia esté feliz y unida, recae en el ámbito femenino. Según datos del Instituto de la Mujer y CCOO, las mujeres que deciden ser madres conforman un 42,6% del total de personas que dejan de lado su trabajo , mientras un 2,3% son los padres que abandonan su trabajo por motivos familiares. Además, aquellas madres que no renuncian a su vida laboral por los mencionados motivos, se ven obligadas a recurrir a guarderías y a acarrear un sentimiento de culpabilidad y remordimiento por no haber visto crecer a sus hijos, por sentirse "malas madres". ¿Por qué estos sentimientos no aparecen en el padre cuando este no deja de trabajar? ¿Por qué hay mujeres que se quejan de que su marido no les "ayuda" en las tareas del hogar? ¿Acaso no han de ser compartidas? Si una mujer no cumple esa responsabilidad, si se sale del rol que le ha sido correspondido, ¿qué sucede?
Todos hemos visto u oído alguna vez la escena en la que el hombre se queja de que la tarea que le corresponde a su mujercita no está tan bien hecha como debiera. O de la clásica expresión "vete ya a tu casa a freír huevos...", que se gana una fémina cuando se le ocurre salirse de las dos losetas que tiene como límites vitales y/o profesionales por tradición.Y aunque es duro tener que recurrir a un ejemplo tan extremo para reflejar en qué desembocan estas situaciones tan normales y secundadas por la sociedad, es necesario para verlo claro, para que nos demos cuenta de que estas muertes no vienen solas, que siguen muriendo mujeres.
“El número se reducirá con el paso del tiempo” dicen algunos. “Son casos aislados” dicen otros. Esto es fácil, cómodo de creer. ¿Por qué no seguir tal y como estamos? No son pocas las personas que sostienen que el movimiento feminista actual no persigue la igualdad, sino que busca el dominio de la mujer sobre el hombre, todas ellas consideran que la igualdad está alcanzada.
¿Pueden explicar esas personas por qué, entonces, siguen muriendo mujeres?
Julia González Pérez, colaboradora del Grupo Aequitas25.
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