26 de noviembre de 2018

nous ne sommes pas seules

Vivir en España no es fácil: tenemos mucho por lo que protestar: la precariedad laboral, la corrupción, el paro, los recortes en sanidad y educación, la homofobia. El machismo. Y, estando de Erasmus en Francia, es inevitable comparar la situación política y económica del país en el que estás con la de tu lugar de nacimiento, y aún más inevitable sentir frustración.

Frustración porque, cuando regrese a España, volveré a ir a clases prácticas en las que ni siquiera habrá sillas suficientes para todas las alumnas. Porque,al acabar mis estudios, no aspiraré a encontrar un trabajo que me llene, sino simplemente un empleo relacionado con lo que he estudiado. Frustración porque la ciudadanía seguirá siendo decepcionada por quienes deberían representarles y defender sus derechos. Frustración porque, probablemente, gane menos que mis compañeros hombres realizando el mismo trabajo. Y porque mis opiniones también tendrán menos valor.

Sin embargo, hace un par de semanas, en una clase para estudiantes internacionales, se abordó el tema de género en Europa. Y, tras un repaso por las diferentes fases del movimiento feminista en Occidente, la profesora hizo una pausa; ahora, dijo, vamos a hablar del caso de España. Acto seguido la profesora comenzó a proyectar fotos del 8M en la Gran Vía, en las Ramblas, en la Avenida de la Constitución... habló de cómo las feministas españolas gestionaban la lucha, de sus reivindicaciones y de lo importante que era que se tomase ejemplo de ellas. De nosotras. 

Pidió que las estudiantes españolas hiciéramos una pequeña presentación acerca del militantismo feminista en España para mostrarlo al resto de la clase, y hablamos de la implicación de las estudiantes de institutos, de la tenacidad de las profesoras que nos empujan a hablar y actuar, del trabajo de mis compañeras de los cafés feministas en la universidad, y de la implicación tanto en redes como en las calles el pasado 8M. Hablamos también de los feminicidios, de las violaciones, del techo de cristal y de otras problemáticas del movimiento en nuestro país, las cuales seguimos teniendo en mente cada día.

La profesora sugirió entre risas que en España nos implicamos mucho porque tenemos mucho de lo que quejarnos. Y tiene razón, tenemos mucho por lo que protestar y mucho que cambiar. Pero también podemos sentirnos orgullosas, porque estamos haciendo ruido: estamos actuando y estamos inspirando a otras mujeres a las que no conocemos, que no hablan nuestro idioma, pero que sienten nuestro mismo dolor. Y eso me llena de orgullo y de ganas de seguir luchando, por mí y por mis compañeras aquí, en España y en todo el mundo. 
Marina León, colaboradora del grupo Aequitas25


1 comentario:

  1. Lo peor y lo mejor de todo esto es que os vais. Terminad lo que sea que estéis haciendo por ahí y volved como profesoras. Os necesitamos.

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