Entre tantos escándalos machistas que indignan, y con
fundamento, a una sociedad más sensibilizada que veinte años atrás, ciertas noticias
parecen dejarse banalizar desmerecidamente. Es posible que estos días muchas
jóvenes mujeres y hombres estén descubriendo el poder y la voz de una multitud
que se echa a la calle. También es posible que estén recibiendo en las aulas
una educación de género mucho mejor que la mía. Pero ello no quita que sean
ignorantes sobre un tema tan reciente y de vital importancia como fue el
terrorismo de ETA. Pues bien, esta joven que apenas presenció los últimos coletazos
de un grupo de asesinos va a compartir un poquito de historia con los aún más
jóvenes.
Mi papá me enseñó qué era una manifestación días antes de
cumplir los seis añitos. Y nunca lo he olvidado. Un año antes del nacimiento de
mi hermana, ETA secuestra y asesina a Miguel Ángel Blanco y la gente se echa a
la calle. Recuerdo mucha, mucha gente. Recuerdo hacer muchas preguntas porque
no entendía nada. Recuerdo a gente triste, a gente enfadada. ¿Recuerdo
manos blancas, o es tal vez es un recuerdo creado? Recuerdo que mi padre me
cogió en brazos, era demasiado pequeña para ver entre la bulla. Recuerdo una emoción colectiva
y apenas avanzar seis metros en total. Había tantísima gente que la cabecera de
la manifestación había llegado a su destino mientras la cola seguía estancada.
Eso viví, pero fue después cuando comprendí. Visitando a mi familia de inmigrantes castellanos en el norte he
sentido el racismo en Euskadi muy de cerca, oculto por el silencio. He presenciado
pequeñas concentraciones en favor de “los presos políticos”, a lo que me
referiré como asesinos, y que por aquel entonces ya todos ignoraban. He conocido
a un amigo de la infancia de mi padre, cuando salía a pasear en familia
escoltado. En mi casa no ha habido ni extorsión, ni víctimas. En mi casa no se
ha hablado del tema más que en cualquier otra familia de fuera o dentro del País
Vasco, donde pareciera que madres y padres quisiesen proteger a hijas e hijos
del odio a través del olvido.
Esto no es una lección de historia, sino de humanidad. Este
tema no es más importante que la violencia de género o el racismo. No más
preocupante que los refugiados o el llamado terrorismo islámico. Hoy se ha
producido la disolución oficial de una banda de asesinos acabada desde hace
años. Un “grupo” armado que ya no mata, pero mató, ya no asusta, pero asustó y afortunadamente
ya no preocupa. Tomemos unos instantes en nuestra ajetreada rutina para
reflexionar y congratularnos; homenajeemos y recordemos a las víctimas y
enseñemos a los más jóvenes lo que no puede volver a suceder nunca. Olvidemos
brevemente las batallas políticas, movimientos populistas y secesionistas y
busquemos aquello que nos une como personas. Eduquemos y practiquemos la
tolerancia. Y salgamos, salgamos a la calle para defender nuestra dignidad como
personas.
Lectura más que recomendada, Patria. Regalo en forma de
humor con Vaya semanita. No pasa nada
por tomar unos segundos para valorar lo que ahora está mejor que antes entre
tanta indignación. Y aquí, un minuto de humor, más que merecido.
Clara Marina, colaboradora del grupo Aequitas25
Clara Marina, colaboradora del grupo Aequitas25
Coincido en que más allá de los procedimientos más adecuados o criticables, el hecho de la declaración del fin de terrorismo de la organización vasca es una buena noticia para el bien de nuestra sociedad. Será bueno hacer pedagogía de la reconciliación y aceptación de un pasado con luces y sombras muy evidentes.
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