17 de noviembre de 2013

¿VIVAN LAS CADENAS?



 

"Imaginemos la escena: “Un tren llega en 1923 a la estación de El Cairo. Una mujer se baja de él y, ante el asombro de los transeúntes, se arranca el velo que cubría su cara. Después del silencio que sigue a lo inesperado, habría palabras duras, como las que hoy se dicen contra las mujeres que, olvidando el daño que pueden hacerle a sus genitales, se ponen al volante; habría con seguridad burlas como las que escuchan en Afganistán las niñas y las maestras que comenzaron a ir a la escuela con la protección de los cascos azules; pero hubo también –así lo cuentan- un tímido y asustadizo aplauso, como el que dieron algunos parlamentarios españoles ante las activistas del FEMEN. La rebelde Hoda Shaarawi fue la protagonista de la escena, porque estaba convencida de que el uso del niqab no había sido impuesto por el Corán ni por su profeta, sino por hombres que no quieren perder el poder conquistado tras siglos de injusticia contra la mujer. A pesar de esto, todavía encontramos personas (¿intelectuales?) que defienden el uso de esas prendas castrantes argumentando que son fruto de la cultura de un pueblo y de libertad de la propia mujer. ¡Vivan las cadenas!"
Así comienza un artículo el excelente y premiado escritor don Germán Jiménez. Si queréis leer el artículo completo podéis leerlo aquí
Mi pregunta es qué pensáis vosotros. Como siempre, espero vuestros enriquecedores comentarios.

2 comentarios:

  1. Esta vez empezaré narrando una anécdota que viene muy bien en este caso. El año pasado Pilar, la profesora de inglés del Juande, realizó una actividad interactiva como fue que un pequeño grupo de alumnos de 1º de Bachillerato, realizasen con grandes telas, unos burkas. Claro está que lo que nosotros realizamos sólo era en pequeña medida lo que es un burka de verdad, puesto que nuestra finalidad era representar todas aquellas mujeres que debían llevarlo por obligación, por imposición, por mandato, e ir de curso en curso explicando su significado.
    Sólo estuve con él puesto unas 5 o 6 horas, no lo recuerdo muy bien. Lo que si recuerdo era las ganas que tenía de quitármelo, lo insoportable que se hacía. Hubo gente que abandonó antes de que terminásemos porque era tal la incomodidad producida que no conseguían aguantar más; te pesaba, se descolocaba, te picaba, no podías ni hablar ni ver bien. Y eso que sólo era una representación, el burka de verdad pesa mucho más.
    Fue entonces cuando me di cuenta de que no tenía ni idea de que era llevar un burka, lo que significaba no ser persona. Fue entonces cuando entendí de verdad lo que significaba cargar con eso a todas horas, todos los días, durante todos los meses del año, desde que te entra la primera menstruación, hasta que mueres.
    Y esa es sólo una de muchas normas, por ejemplo, el burka únicamente te lo puedes quitar si estás en una sala rodeada de mujeres, o si estás con quien esté 'a cargo' de ti,tu padre o tu marido en una sala a solas, sin ningún hombre. Porque así vives, a cargo de alguien, que te controla y te maneja y te priva del privilegio, por supuesto, de elegir marido. Anda que si, que ibas a elegir tú, ¡já! Y no contentos con esto, cuando te casas estás exactamente igual. ¿De verdad esto puede considerase digno?
    ¡Ah! Y que no te pillen desobedeciendo porque viendo lo infravalorada que estás, como que no van a tener demasiada piedad.
    Ah, y si todas llevan burka ¿cómo las distinguen los maridos/padres? Muy simple, ellas tienen que ir siempre acompañadas de su dueño, cual fiel perrito faldero, y si se alejan, como los burkas son todos de los mismos tonos oscuros, las encuentran mirando los zapatos. ¿Divertido verdad?
    Pero esta exigencia no termina quitándonos la personalidad, borrando nuestra identidad. No. Continúa anulando nuestra dicción, nuestra palabra, nuestra expresión, continúa por terminar de esfumar lo que nosotros llamamos 'mujer'.
    Con el burka, no te ven la expresión que adoptas y, por otro lado, tampoco se ve bien, pero ¿para qué quiere una mujer ver si ya tiene a su poseedor que la orienta y para qué ver su cara al hablar si seguramente está de acuerdo con lo que se les dice? Mucho menos se puede hablar con libertad. Me refiero tanto a la limitación que tienes de opinión como a la dificultad que el burka te concede al poder conversar. Pero y otra vez nos preguntamos, ¿para qué necesitamos que ella hable si ya tiene a alguien que pueda tomar las decisiones correctas? (...)

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    1. (..) Y nosotros, ¿para qué quejarnos de algo que nosotras ni siquiera llevamos puesto? ¿Para qué crear conflicto? Si son ellas las que deberían pedirnos ayuda si lo necesitasen...
      Como se dice en una parte del libro de 'Atrapada en el espejo', de Gemma Lienas: <<¿Nunca se ha planteado cómo fue posible que todos aquellos esclavos afroamericanos que labraban la tierra con herramientas que podían ser usadas como armas no se levantaran contra sus explotadores? ¿Por qué todas aquellas personas no se rebelaron contra los alemanes? ¿Por qué aceptaron de manera sumisa ser encerradas en el gueto? Porque para reducir a una persona a la condición de esclavo no se necesitan ni armas ni violencia física, sólo se necesitan técnicas de violencia psicológica. Y una de estas técnicas consiste en menospreciar a la persona hasta que llega a interiorizar ese desprecio de tal manera que se lo cree, que se cree una mierda... nada>>.

      Igual que nos planteamos lo de que si necesitan ayuda la pedirían, podríamos plantearnos que lo que necesitan es sentirse apoyadas, sentir que no están solas, sentir que no son una minoría, sino sentir la gran unión que podría llegar a formar si todas reciben ese pequeño empujoncito, esa pequeña chispa.
      Y podríamos empezar cambiando nuestra mente machista y degenerada. No con la violencia. Porque aquí todos ponemos nuestro granito de arena. Desde ya. No a esperar a que empiecen las disputas y ¡venga! Yo también me animo ahora. No. Tienes que empezar desterrando este machismo que hoy día está tan vigente en nuestra sociedad. Porque como dijo Miguel en otro comentario, la sociedad está, pero tú no tienes por qué seguirla.

      Escribiendo esto me he acordado de una escena de la película Sexo en Nueva York 2, en la que ellas viajan a los Emiratos Árabes Unidos y allí conocen a un grupo de mujeres que las llevan a un lugar apartado y les enseñas que debajo de sus burkas llevaban ropas a la moda que se usaban fuera de aquel lugar. La emoción con que esas mujeres se miraban, me hizo sentir el deseo de algunas por salir de la prisión que forzosamente se les ha impuesto, de salir y ser libres.

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