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23 de noviembre de 2017
22 de octubre de 2017
“Sr. Director del Banco Popular”
Estimado señor.
Para cuando escribo esto, usted ya no es director de este banco y su banco ni siquiera existe como entidad independiente, al haber sido comprado por el Banco Santander por un euro. He leído que esta operación fue consecuencia de una orden directa del Banco Central Europeo como consecuencia de la difícil situación financiera de su entidad y que los accionistas perdieron casi todo su capital invertido. Imagino que habrá pasado usted unas semanas muy complicadas sin dejar de recibir críticas. Probablemente, la responsabilidad de esta situación no se deba a usted solo, sino a muchos y durante mucho tiempo y en este sentido, es normal que no se sienta justamente tratado.
Para cuando escribo esto, usted ya no es director de este banco y su banco ni siquiera existe como entidad independiente, al haber sido comprado por el Banco Santander por un euro. He leído que esta operación fue consecuencia de una orden directa del Banco Central Europeo como consecuencia de la difícil situación financiera de su entidad y que los accionistas perdieron casi todo su capital invertido. Imagino que habrá pasado usted unas semanas muy complicadas sin dejar de recibir críticas. Probablemente, la responsabilidad de esta situación no se deba a usted solo, sino a muchos y durante mucho tiempo y en este sentido, es normal que no se sienta justamente tratado.
Permítame decirle de antemano que
no voy a criticarle por la situación financiera del banco, que no soy
accionista ni tengo ningún interés en su entidad. Tampoco le haré una crítica
política ni pertenezco a ningún partido que pudiera interpelarle. También le
digo que es sabido que el Popular fue un banco ligado durante mucho tiempo al
Opus Dei. En absoluto esta carta tiene intención de censurar estos orígenes
aunque, ahora que lo pienso, puede que algo tenga que ver con lo que le voy a
decir. Pero como dicen los ingleses “anyway”, no es este el tema.
De lo que yo quiero hablarle es de
una campaña publicitaria. ¿Recuerda usted los folletos de “Tenemos un Plan”? Sí, dos inocentes folletos donde se ofertaba a los clientes unos productos
financieros, el Plan Cero (cero comisiones), el Plan Descuentos y el Plan Para
Mi. Los folletos eran distintos. El primero iba dirigido a los clientes
particulares, a las familias. Los planes entonces se adaptaban a estos clientes
y salían iconos que así lo reflejaban. El segundo estaba pensado para las
empresas, especialmente las pequeñas y medianas y de hecho su Plan era Para Mi
Negocio. Pero mire qué curioso: el folleto para las familias tenía en la
portada una mujer en una cocina de una vivienda familiar y el segundo, un
cocinero en la cocina de un restaurante. Mire usted, yo pienso que la elección
no es producto de la casualidad y que la agencia de publicidad no se jugó a
cara y cruz en qué folleto iba a representar a cada género. Es más, pienso que
fue algo sesudamente debatido. Detrás de esta elección hay una determinada
visión del papel que tiene la mujer y el hombre en la sociedad. La actitud de
los modelos me lo confirma aún más: ella relajada y modosa; él con los brazos
cruzados, seguro y fuerte. Pienso incluso que la profesión tampoco fue escogida
al azar: para ustedes la cocina familiar es el terreno de las mujeres y la
profesional, el de los grandes cocineros varones.
Déjeme que les diga lo
equivocados que están. Les diré por experiencia personal que hay muchos hombres
que cocinan y compran en su casa, como parte de un reparto más justo de tareas
en el ámbito familiar y que hay enormes cocineras profesionales ocupándose de
los restaurantes en sitios con estrella Michelin y en buenas casas de comidas
de medio mundo. Probablemente, serán más porque a las mujeres nos toca todavía
hacer un poco o un mucho más que ellos. Lo grave de su error es que influye,
tiene consecuencia, es una china para que la rueda de la historia gire un poco
más lenta a favor de las mujeres. Pero “anyway” otra vez, esto no es lo que más
me molesta de sus cocinas: lo peor es que huelen a rancio.
Claudia Aguilar Valero, colaboradora del grupo Aequitas25
9 de octubre de 2017
El Despatarre
Está ahí, puedes verlo y no darte
cuenta; incluso peor, ser consciente y no hacer nada al respecto. Un tema del
que pocos hablan y la mayoría prefiere la incomodidad a intentar ponerle fin.
Todo se resume a una simple pregunta. ¿Nunca
has tenido la sensación de ir apretujad@, en un transporte público, porque la
persona de al lado tenía las piernas demasiado abiertas?
Me imagino a las chicas, después
de haber leído esta pregunta: “Si, muchísimas veces” o “A mí nunca pero sí que
lo he visto”. Por otra parte me imagino a los chicos, “Nunca me pasó” o “Si me
paso, tampoco me molestó”. Bien, en lo primero que deberíamos pararnos a pensar
es, ¿Por qué?, ¿Por qué lo evitamos, lo ignoramos, y lo permitimos? Hablamos de
educación, dejar de pensar un momento en nosotros mismos y mirar a nuestro
alrededor.
De pequeña, siempre me enseñaron
que “hay que ser una señorita”, siempre ser la más correcta y formal; sin
embargo, nunca escuché a alguien decirle a un chico “tienes que ser un
señorito”. Hablando con mi madre sobre este asunto, le hice la misma pregunta
que os hice anteriormente, y su respuesta fue: “Bueno, es normal que se
sienten así, porque si cruzan las piernas pueden hacerse daño en sus partes”. Con esto me gustaría destacar lo importante que es la educación igualitaria. El calor y la incomodidad de llevar las
piernas cruzadas es igual para todos; no obstante a las chicas nos enseñan que
eso es lo correcto, por educación, dejando que ellos puedan hacer lo que les
plazca.
A esta forma de ir sentado se la
conoce como Manspreading en inglés (el despatarre para nosotros).
Este hecho tan normalizado, no es más que otro reflejo machista de
la sociedad en la que vivimos pues, sin darnos cuenta, o en el peor de los
casos, dándonos cuenta, nos da igual permitirlo.
Después de ser totalmente
consciente de todo esto, no permitiré (por lo menos yo), que alguien se
adueñe de mi espacio vital y, a vosotros, chicos, simplemente por respeto, os digo que estaría bien que empezarais a pensar en la persona que tenéis al lado.
Paula Pérez Riquelme, colaboradora del grupo Aequitas25
Paula Pérez Riquelme, colaboradora del grupo Aequitas25
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