Rusia. Stalingrado. Conflicto considerado como el más sangriento
de la historia. Protagonizado por el Ejército Rojo de la Unión soviética y la
Wehrmacht (fuerzas armadas) de la Alemania nazi, entre el 23 de agosto de 1942
y el 2 de febrero de 1943. Más de un millón de personas de ambos bandos
vivieron sus últimos momentos de vida allí.
La batalla de Stalingrado
y la victoria por parte de los soviéticos tuvo una gran importancia. La derrota
alemana representó el principio del final del nazismo en Europa, ya que no
recuperarían su fuerza anterior a la guerra y serían incapaces de volver a
conquistar el Frente Oriental. El fracaso militar hizo ver a muchos oficiales
que Adolf Hitler estaba llevando al estado alemán al desastre, acelerando así
su expulsión hasta que la caída de Berlín en 1945 puso fin a la II Guerra
Mundial.
Hasta ahora todo bien: un hecho histórico más que poder archivar
y al que dedicarle horas de estudio... Pero no es el caso. Esta entrada está
dedicada al tan sorprendente mérito del sexo femenino, que se opuso a los
tradicionalismos de la época y del campo en el que actuaron. Y es que su
papel estuvo muy presente en la batalla, defendiendo ideales contra el sexo
opuesto, el mismo del que ha tenido que esquivar menosprecios a lo largo de la
historia.
Las mujeres se
presentaban voluntarias al ejército. Habían sido preparadas por el Partido
Comunista Ruso, porque en ese momento era el único donde disfrutaban de los
mismos derechos que sus compañeros.
Ellas mismas se
construían las trincheras. Desempeñaban papeles importantes tanto en el frente,
donde servían como artilleras en unidades antiaéreas, pilotos, comandantes de
buques blindados; como en la defensa, donde eran enfermeras (llevando decenas y
centenas de heridos a la retaguardia), médicos (realizando intervenciones
quirúrgicas), operadoras de telefonía y de radio (al cuidado de las
conversaciones y de la gestión en la batalla). Labores por las que el bando ruso
salió hacia delante, victorioso, derrocando poco a poco a la Alemania del
poder.
Muchas son las historias
de estas heroínas:
- La francotiradora Tania Chernova, que se
encontraba en Rusia para salvar a sus abuelos, pero como los alemanes ya los
habían matado, decidió quedarse y luchar contra ellos.
Al llegar a Stalingrado,
sus compañeros y ella utilizaron los sistemas de alcantarillado para llegar a
las líneas rusas y no cruzarse con las enemigas. Participó como sargento y
para salvarse, tuvo que dejar en el camino 80 muertes en el bando enemigo.
-La joven piloto de caza, Lídiya Litviak, de 21 años de
edad que tiene el récord de derribos en combate real a manos de una sola mujer.
-Nadya Klimenko, que fue una mujer que estuvo en un puesto
de comunicaciones. Mientras llevaba a cabo su último informe sus
compañeras habían sido asesinadas, pero aun estando sola y ante el
peligro, siguió en su puesto de trabajo a pesar de la gran proximidad de
los soldados alemanes.
-La enfermera Tamara Shmakova, conocida por su capacidad para
retirar soldados heridos de la línea del frente. Se arrastraba hasta el herido,
se tendía a su lado y le observaba las heridas. Una vez informada del estado
decidía entonces qué hacer. Para poder sacar a algún soldado se
necesitaban generalmente dos hombres, pero muchas veces Tamara lo hacía sola,
cargando con el doble de su peso.
Si quieres leer más sobre las pilotos de caza del Ejército Rojo, pincha aquí. Conforman los tres primeros escuadrones de combate exclusivamente femeninos de la historia
Si quieres leer más sobre las pilotos de caza del Ejército Rojo, pincha aquí. Conforman los tres primeros escuadrones de combate exclusivamente femeninos de la historia
Poco más que añadir que
no lo hagan los acontecimientos. Hablan por sí solos. Una vez más, se demuestra
de lo que está hecho este género, contra el cual no os recomendaría a ninguno
enfrentaros en un conflicto armado. Sobra decir que la entrada no es ni
muchísimo menos una apología de un drama tan tremendo como una guerra,
sino todo lo contrario. Ni hombres ni mujeres deberían perder sus vidas, sus
familias o sus destinos en ellas. Pero en las batallas que ya son solo
Historia, las mujeres son una vez más heroínas silenciadas.
Adela García Ramírez, colaboradora del grupo Aequitas25
Esta historia me ha recordado a un libro “La guerra no tiene rostro de mujer”, que la verdad, os lo recomiendo si queréis ver un punto de vista distinto de la guerra. La parte no heroica de la guerra donde lo que importa no es “a cuantos he matado”.
ResponderEliminarEn mi opinión, el texto de Adela, está muy bien, pero creo que le faltaría una cosa que yo veo importante y que en este libro se recalca mucho, y son los sentimientos de estas mujeres. ¿Qué les ocurrió? ¿Cómo las transformó? ¿De qué tenían miedo? ¿Qué era para ellas la felicidad? ¿Cómo se sentían en un ejército?
Muchas de estas mujeres, en la propia guerra en sí, no se sentían mujeres, no se sentían humanas en sí. Hablan de la suciedad y del frío, del hambre y de la violencia sexual, de la angustia y de la sombra omnipresente de la muerte. También uno de los sentimientos que cambia en una guerra es la felicidad, leí un relato de una enfermera militar en combate, decía que en una batalla, habían perdido a la mitad de su compañía y los vio tirados en un campo lleno de nieve teñida de rojo, en ese momento, alguien levantó la mano, se movió entre los cadáveres. Para esta mujer su felicidad en aquel momento fue ver alguna persona viva o herida para que ella pudiera ayudarlo, daba igual si era alemán o de su compañía, lo ayudaría igualmente haciendo todo lo posible por salvarlo.
Pero una vez acabada la guerra, estas mujeres que lucharon quedaron ocultas, muchas entre la sombra de sus maridos. Algunas tenían miedo de recordar aquellas vivencias y otras decían que nadie entendería nuestras historias, preferían las de hombres heroicos y valientes en vez de escuchar la verdadera realidad.
Manuel Jesús Macías Pardo 1ºBCH C