25 de septiembre de 2016

'Salvando pellejos'

Rusia. Stalingrado. Conflicto considerado como el más sangriento de la historia. Protagonizado por el Ejército Rojo de la Unión soviética y la Wehrmacht (fuerzas armadas) de la Alemania nazi, entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de 1943. Más de un millón de personas de ambos bandos vivieron sus últimos momentos de vida allí.

La batalla de Stalingrado y la victoria por parte de los soviéticos tuvo una gran importancia. La derrota alemana representó el principio del final del nazismo en Europa, ya que no recuperarían su fuerza anterior a la guerra y serían incapaces de volver a conquistar el Frente Oriental. El fracaso militar hizo ver a muchos oficiales que Adolf Hitler estaba llevando al estado alemán al desastre, acelerando así su expulsión hasta que la caída de Berlín en 1945 puso fin a la II Guerra Mundial.

Hasta ahora todo bien: un hecho histórico más que poder archivar y al que dedicarle horas de estudio... Pero no es el caso. Esta entrada está dedicada al tan sorprendente mérito del sexo femenino, que se opuso a los tradicionalismos de la época y del campo en el que actuaron.  Y es que su papel estuvo muy presente en la batalla, defendiendo ideales contra el sexo opuesto, el mismo del que ha tenido que esquivar menosprecios a lo largo de la historia.
Las mujeres se presentaban voluntarias al ejército. Habían sido preparadas por el Partido Comunista Ruso, porque en ese momento era el único donde disfrutaban de los mismos derechos que sus compañeros.

Ellas mismas se construían las trincheras. Desempeñaban papeles importantes tanto en el frente, donde servían como artilleras en unidades antiaéreas, pilotos, comandantes de buques blindados; como en la defensa, donde eran enfermeras (llevando decenas y centenas de heridos a la retaguardia), médicos (realizando intervenciones quirúrgicas), operadoras de telefonía y de radio (al cuidado de las conversaciones y de la gestión en la batalla). Labores por las que el bando ruso salió hacia delante, victorioso, derrocando poco a poco a la Alemania del poder.

Muchas son las historias de estas heroínas: 

- La francotiradora Tania Chernova, que se encontraba en Rusia para salvar a sus abuelos, pero como los alemanes ya los habían matado, decidió quedarse y luchar contra ellos.

Al llegar a Stalingrado, sus compañeros y ella utilizaron los sistemas de alcantarillado para llegar a las líneas rusas y no cruzarse con las enemigas. Participó como sargento y para salvarse, tuvo que dejar en el camino 80 muertes en el bando enemigo.

-La joven piloto de caza, Lídiya Litviak, de 21 años de edad que tiene el récord de derribos en combate real a manos de una sola mujer.

-Nadya Klimenko, que fue una mujer que estuvo en un puesto de comunicaciones. Mientras llevaba a cabo su último informe sus  compañeras habían sido asesinadas, pero aun estando sola y ante el peligro,  siguió en su puesto de trabajo a pesar de la gran proximidad de los soldados alemanes.

-La enfermera Tamara Shmakova, conocida por su capacidad para retirar soldados heridos de la línea del frente. Se arrastraba hasta el herido, se tendía a su lado y le observaba las heridas. Una vez informada del estado decidía entonces qué hacer. Para poder sacar a algún soldado se necesitaban generalmente dos hombres, pero muchas veces Tamara lo hacía sola, cargando con el doble de su peso.

Si quieres leer más sobre las pilotos de caza del Ejército Rojo, pincha aquí. Conforman los tres primeros escuadrones de combate exclusivamente femeninos de la historia
             
Poco más que añadir que no lo hagan los acontecimientos. Hablan por sí solos. Una vez más, se demuestra de lo que está hecho este género, contra el cual no os recomendaría a ninguno enfrentaros en un conflicto armado. Sobra decir que la entrada  no es ni muchísimo menos una apología de un drama tan tremendo como una guerra, sino todo lo contrario. Ni hombres ni mujeres deberían perder sus vidas, sus familias o sus destinos en ellas. Pero en las batallas que ya son solo Historia, las mujeres son una vez más heroínas silenciadas.

Adela García Ramírez, colaboradora del grupo Aequitas25



1 comentario:

  1. Esta historia me ha recordado a un libro “La guerra no tiene rostro de mujer”, que la verdad, os lo recomiendo si queréis ver un punto de vista distinto de la guerra. La parte no heroica de la guerra donde lo que importa no es “a cuantos he matado”.

    En mi opinión, el texto de Adela, está muy bien, pero creo que le faltaría una cosa que yo veo importante y que en este libro se recalca mucho, y son los sentimientos de estas mujeres. ¿Qué les ocurrió? ¿Cómo las transformó? ¿De qué tenían miedo? ¿Qué era para ellas la felicidad? ¿Cómo se sentían en un ejército?

    Muchas de estas mujeres, en la propia guerra en sí, no se sentían mujeres, no se sentían humanas en sí. Hablan de la suciedad y del frío, del hambre y de la violencia sexual, de la angustia y de la sombra omnipresente de la muerte. También uno de los sentimientos que cambia en una guerra es la felicidad, leí un relato de una enfermera militar en combate, decía que en una batalla, habían perdido a la mitad de su compañía y los vio tirados en un campo lleno de nieve teñida de rojo, en ese momento, alguien levantó la mano, se movió entre los cadáveres. Para esta mujer su felicidad en aquel momento fue ver alguna persona viva o herida para que ella pudiera ayudarlo, daba igual si era alemán o de su compañía, lo ayudaría igualmente haciendo todo lo posible por salvarlo.

    Pero una vez acabada la guerra, estas mujeres que lucharon quedaron ocultas, muchas entre la sombra de sus maridos. Algunas tenían miedo de recordar aquellas vivencias y otras decían que nadie entendería nuestras historias, preferían las de hombres heroicos y valientes en vez de escuchar la verdadera realidad.

    Manuel Jesús Macías Pardo 1ºBCH C

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