5 de febrero de 2017

"El Ángel del Gueto de Varsovia"


Con un poco de tiempo y curiosidad, siempre nos encontraremos figuras o acontecimientos que nos hacen recuperar la fe en la humanidad efímeramente. Hoy es el caso de la polaca Irena Sendler, propuesta en 2007 a un Premio Nobel de la Paz.


Todo se remonta a la segunda guerra mundial, cuando el holocausto nazi azotaba hasta el más recóndito rincón. Ya en sus primeros años, la simpatía de Irena por los judíos fue reflejada al ser suspendida en la Universidad de Varsovia por su oposición al sistema discriminatorio adoptado por algunas universidades de su país. A pesar de todo, decidió dedicar su vida a los demás y se hizo enfermera. En 1939, cuando Alemania invadía Polonía, Irena trabajaba en los comedores comunitarios de la ciudad de Varsovia, en el Departamento de Bienestar Social.

En 1942, ya invadido el país, los nazis crearon un gueto en Varsovia, e Irena se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos. Al poco de entrar, expectante de las pésimas condiciones de vida y el oscuro y  no tan lejano futuro que se les avecinaba, se puso en contacto con familias judías. Brindándoles la oportunidad, sin garantía de éxito, de sacar a sus hijos, siendo muchas madres reacias a tal separación. Pero no tenían alternativa alguna. Tarde o temprano serían conducidos a campos de concentración, donde la muerte era la única vía de escape. Cuestión de tiempo.

Tras un año y medio, había conseguido rescatar a mas de 2500 niños. Al principio, mediante ambulancias que trasladaban a los más graves a los hospitales de fuera del espacio controlado.  Con el tiempo se unieron los escondites en el fondo de cajas de herramientas o sacos de arpillera  detrás de las camionetas. Adiestró también a un perro para ladrar a los soldados alemanes cuando entraban y salían del gueto. A los soldados les eran indiferentes dichos seres, pero lo que no sabían es que estos tapaban los gemidos de las criaturas ocultadas.

Irena registró todos los nombres de los salvados, guardados dentro de una botella, enterrada al pie de un árbol del jardín de su vecina. Pasada la guerra, entregó dichas notas al doctor Adolfo Berman (presidente del Comité de salvamento de los judíos supervivientes), intentando localizar a familiares, lo cual no fue muy satisfactorio. La gran mayoría habían perdido la vida en las cámaras de gas, por lo que los niños fueron adoptados o enviados a orfanatos.

Sin embargo, llegó el momento de atraparla. El 20 de octubre de 1943, Sendler fue detenida por la Gestapo y llevada a la prisión de Pawiak, donde le rompieron las dos piernas y los dos brazos. Soportando tal tortura, se negó a dar direcciones e identidades, que solo ella conocía. Fue sentenciada a muerte pero los miembros del gueto detuvieron la ejecución sobornando a los alemanes y gracias también a un soldado que le brindó su ayuda, con la posterior consecuencia de que su nombre se apuntara en la lista de ejecutados, y permitiendo así a Irena seguir con sus labores bajo una falsa identidad.

A pesar de salvar más de 2500 vidas, soportar torturas inhumanas y una década opresora comunista, la única motivación de Irena para sus actos fue la 'justificación  de mi existencia en la tierra y no un titulo para recibir la gloria'. Tras décadas de vida anónima, cuando la fotografía de Jolanta (nombre en clave de Irena) fue publicada en los periódicos muchos fueron los que reconocieron aquella mujer, la enfermera que salvó sus vidas. Irena Sendler falleció en Varsovia, el 12 de mayo de 2008. Tenía 98 años.

Descanse en paz.
Adela García Ramírez, colaboradora del grupo Aequitas25

2 comentarios:

  1. Historias, hechos, casos como este son capaces de despertar algo no común en mi: la sensación de lo insignificantes que son la mayoría de las vidas humanas cuando nosotros somos tan ignorantes como para creer lo contrario. Estamos tan ensimismados en nuestro día a día, en nuestros problemas y relaciones que no nos damos cuenta de que, aunque nuestra existencia sea de mayor importancia para la mayoría de nosotros (pues, ¿quién infravalora su propia vida, a decir verdad?), otra persona puede acabar con ella de la manera que se pisotea a una hormiga, o se mata a una mosca. Esto fue lo que hizo con los judíos, gitanos, soviéticos, discapacitados u otras minorías el conocido como Tercer Reich alemán.

    Imaginemos que un día al levantarnos, nos enteramos de que para todas aquellas personas con los ojos oscuros queda denegado el acceso a sitios públicos tales como el cine, los parques, o incluso a determinadas calles de nuestra ciudad. Identificadores, rechazo, persecuciones serían los acontecimientos que seguirían a la primera orden. No se nos puede olvidar la construcción de los guetos, barrios marginales solo para la gente con esa característica ocular. La finalidad de estas esto sería la exterminación, pues el proceso acabaría con el traslado de esta gente a campos de concentración para su aniquilación. Todo esto porque a un grupo de radicales se le ocurriese que las personas de ojos oscuros fueran inferiores, por un simple capricho, que supondría millones de vidas exterminadas. Lo peor de todo esto es como esta repugnante historia con un simple cambio ocurrió de verdad, delante de los ojos de la humanidad, y pasaron años antes de que se acabara con ella. Hermanos vieron como torturaban a sus hermanos, personas fueron tratadas cual ratas de alcantarillas para la experimentación, madres fueron separadas de sus hijos solo con un destino: la muerte.

    Es verdad que nuestra existencia, tal y como decía antes, es insignificante y también efímera, pero contrarrestando a esto tenemos a aquellas que llegan a ser todo a lo que el resto solamente inspiramos; personas que dejan huella. Un ejemplo claro es Irena Sendler que, tal y como se refleja en esta entrada, salvó a más de 2500 niños de ese destino fatal y horripilante. Esta heroína tuvo el valor de seguir adelante con lo que creía y no traicionar a sus propios ideales sin importar la repercusión que tuviera esto para ella, tanto física como mentalmente. Su tarea era una: salvas la mayor cantidad de vidas posibles independientemente de la manera para conseguirlo: traslados en ambulancia, en bolsas de basura o incluso en ataúdes; pues, tal y como se refiere la autora: “Tarde o temprano serían conducidos a campos de concentración, donde la muerte era la única vía de escape”. Este conjunto de acciones de máxima bondad le costaron un precio: una sentencia de muerte (que no llegó a darse por válida debido a que logró escapar) y torturas, un sin fin de ellas.

    Y aquí la tenemos en la imagen, con una sonrisa que encandilaba una habitación entera que solo son capaces de emitir esos ángeles que de vez en cuando pisan la tierra. La existencia humana es efímera, sí, pero nosotros mismos somos quienes elegimos si deseamos que esta sea insignificante como la de la gran mayoría o no (con todo lo que esto puede suponer). Difícil decisión, ¿O no?

    Andrea Aguado Marín
    2º Bachillerato A

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  2. A día de hoy en las noticias se ven desde robos, violaciones, atentados... y a las personas le interesa más quién ha ganado el partido de fútbol de los miércoles y domingos, a lo que realmente importa.
    ¿Qué es lo que realmente importa? Esa es mi duda, ¿Por qué hay muertes?, ¿Y atentados?, ¿Y discriminación? Y así millones de preguntas que no reciben respuesta.
    Menos mal que hay personas como Irena o también conocida como Jolanta qué en sus vidas se dedicó a darlo todo por los demás sin importar cuanto ni como, y mucho menos sin ningún bien propio, tan solo por los demás, cosa que deberían de aprender muchas personas hoy en día.

    La historia de Irena es impresionante ya que lo dio todo, casi dando su vida pensando siempre en los demás. Esta historia intrepidante y a la vez sobrecogedora ha dado de qué hablar siendo ella propuesta incluso para un premio Nobel de la Paz. Falleció en Varsovia su ciudad natal el 12 de mayo de 2008 con 98 años.
    Irena siempre respaldó a los judíos y por ello incluso le suspendieron en la universidad ya que presentó una oposición al sistema discriminatorio que tenían algunas universidades de su país (Varsovia) pero consiguió ser enfermera.

    Esta historia comienza en la segunda guerra mundial, en 1939 cuando los nazis comenzaban a surgir por todo el país, ella por aquel entonces trabajaba en un comedor social. Ya en el 1942 cuando el país estaba totalmente invadido por los nazis, crearon unos barrios marginales en el que estaban obligados a vivir los judíos llamados guetos.
    Ella al ver como eran los guetos (pésimas condiciones de vida y el oscuro y no tan lejano futuro cita en el texto) se puso en contacto con familias judías diciéndoles que iba a intentar sacar a sus hijos de allí pero sin ninguna garantía ya que la muerte era muy próxima.
    Consiguió sacar a 2500 niños en un año y medio tal y como dice en el texto en ambulancias que trasladaban a los niños más graves a los hospitales de fuera, escondiéndolos en cajas o sacos de arpillera tras las camionetas. Cuando un soldado alemán se acercaba unos perros que ella tenía adiestrados ladraban así avisando a los niños, avisándola a ella y disimulando el ruido de los pequeños.
    Ella registró a todos los niños que conseguía salvar en una botella enterrada, tras la guerra entregó estas notas al doctor Adolfo Berman que en aquel tiempo fue presidente del comité de salvamento de judíos, así intentando localizar a familiares pero apenas se encontraron y tuvieron que ser llevados a orfanatos o adoptados.
    El 20 de octubre de 1943 los nazis consiguieron atraparla llevándola a prisión y partiéndole brazos y piernas para que le diera identidades y direcciones. Fue sentenciada a muerte pero gracias a miembros del gueto y un soldado alemán consiguieron detener la ejecución.
    Ahí es donde aparece su segundo nombre, Jolanta, y pudo seguir ayudando a los demás.
    Ella tal y como dijo en una entrevista “La motivación que justifican mis actos tan solo fue por mi existencia en la tierra y no por un título de gloria.”

    Fco. Javier Guerrero Fdez.
    2º Bachillerato A

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