La
casa de Mariquita y Frasquito es de María, Mariquita o Mari desde mucho antes
de que faltara Frasquito. Nos quedó claro el Gobierno, pero no las normas.
Carmen
ha dejado el pisto reposando en la hornilla casi tan caliente como el ambiente
al salir a buscar su cerveza dominguera. Aprovechando la corriente de aire que
ha dejado la puerta abierta entran por el zaguán como un repique de campanas
los pasos de Rosarito nombrando a la par las faenas que le quedan pendientes.
María:
¿Qué pasa Rosarito?
Rosarito:
Pues aquí estamos, que vengo de los baratos de comprar unos apios para el
caldo…y digo voy a ver cómo está la Mariquita hoy. ¿Hoy no está aquí tu Carmen?
María:
No no, ella en la calle con el culo por alto. Está aquí mi Juan.
Rosarito:
¡Uiiii Leche! ¡Está tan callado que ni lo había visto! Me voy corriendo que
tengo la comida en la candela, ¿queréis que os traiga un caldito?
María:
Rosarito te lo agradezco de todo corazón, pero hoy vamos a comernos un poquito
de jamón con el pan tierno que me ha traído el Antonio, como todas las mañanas,
eso me lo dice siempre siempre, que mientras él esté que no me falte.
Bendito
sea el pan, cuerpo de cristo, que procesa cada mañana la presencia de Antonio y
dura para todo el día. El pobre también carga con la cruz de procesar la sangre
de cristo que se multiplica más que los panes y los peces juntos.
Tras
el portazo de Rosario se siente el motor de un coche al otro lado del portón. Con
la inmediatez de un chasquido de dedos María alza la voz con la firmeza de una
soprano: “¡Juana Maríiiiiiiiiiiii…que me estoy orinando!”. Juana, con chaquetón
y bolso incluido hace gala de su propia procesión.
Mientras tanto, una pregunta interrumpe el
tercer documental de insectos extraños por consecutivos del tedioso turno de
Juan: ¿Las croquetas las tengo que rebozar con harina o con pan rallado?...
Irene Gil, colaboradora del grupo Aequitas25
Irene Gil, colaboradora del grupo Aequitas25
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