La
controverse de l’été dernier, sans aucun doute, a été l’utilisation du nouveau
vêtement appelé «burkini» par les femmes islamiques pour pouvoir se
baigner dans les lieux publics, tels que les piscines ou plages. Un vêtement
qui a fait beaucoup parler à partir
de son interdiction en France. Le grand
dilemme que pose l’utilisation ou non du burkini met l’accent sur:
les femmes musulmanes utilisent ce vêtement par le patriarcat imposé à leur
religion ou vraiment elles l’utilisent parce qu’elles sont libres de faire ce
qu’elles veulent avec leurs corps? C’est correct son interdiction ou
pas? Les opinions sont les plus disparates; mais, il s’agit d’une
question très grave et controversée dont on peut tirer plusieurs conclusions.
Nous
devons dire aussi que ce n’est rien de nouveau. Beaucoup de femmes espagnoles
au siècle dernier portaient des robes pour se baigner dans les lieux publics,
comme les femmes musulmanes font maintenant. Il est vrai qu’il n’était
pas généralisé comme il se passe maintenant avec les femmes musulmanes. Il y en
a qui sont pour son utilisation et il y en a ceux qui sont contre. Le problème
n’est pas le vêtement. Le problème est la décision que prend la femme et si cela
leur fait du bien ou du mal; et, par conséquent dans la société et ce que
représente l’utilisation du vêtement. Si la femme le porte comme imposition,
mal; si elle le porte librement, pire encore, parce qu’elle est en train
de faire apologie à une idée qui est contraire à ce que nous pensons.
Il
est clair que les femmes qui les portent défendent des arguments radicaux, des
arguments qui leur sont imposés quand elles sont petites, qui réduisent leurs
corps à quelque chose qu’elles doivent cacher. C’est une forme de soumission
des femmes aux hommes. Les femmes, dans ce cas, ne sont pas libres de montrer leur
volonté réelle. Alors, l’utilisation du burkini
devrait se permettre en Occident ?
Il y
a des gens qui pensent que son
utilisation attire l’attention, et donc leur utilisation devrait être interdite
aussi pour des raisons d’hygiène et de sécurité. Peut-être l’interdiction de
l’utilisation du burkini ferait que les femmes musulmanes qui adoptent encore
la religion radicalement obtiennent la liberté et l’égalité entre les hommes et les femmes dans une société complexe
comme la leur. Ce serait un grand pas pour elles. Mais le problème est que
beaucoup d'entre elles défendent leur liberté, la liberté de porter le vêtement
qu’elles veulent et sans qu’elles être jugées.
Le
dilemme est servi et la question est : elles l’utilisent volontairement ou
sont soumises à son utilisation parce que leur société l’indique comme cela? Il
devrait être interdit pour faire que l’égalité ait atteint son apogée dans une
culture qui n’est pas égalitaire dans les zones radicales? Mais, le plus
important de tous : c’est le burkini une fausse liberté?
Óscar García Portero, colaborador de Aequitas25.
Óscar García Portero, colaborador de Aequitas25.
On pourrait faire quelque chose pour que tu continues un peu plus au Juande avec nous? te echaremos de menos cuando te vayas. Bravo et mille fois Bravo!
ResponderEliminarSin problemas. Lo suspendo y se queda... ;-)
EliminarPara mí no hay ninguna duda: sí, se trata de una falsa libertad.
ResponderEliminarEs cierto que la mayoría de las mujeres musulmanas que llevan burkini es porque ellas mismas lo han elegido, y no solo por una imposición directa por parte de sus maridos. Pero aquí nos encontramos con el meollo de la cuestión: ¿por qué eligen llevar un burkini? Se trata, en mi opinión, de una manifestación del machismo presente en las sociedades islámicas, así como en la nuestra, lo eligen porque les han enseñado que eso es lo que tienen que elegir, lo correcto, lo decente.
Las musulmanas llevan burkini y nosotras nos depilamos. Ambas por una decisión propia, pero que más que propia, es fruto de la sociedad patriarcal como colectivo. Ambas nos creemos libres.
Nosotros, los occidentales, al querer imponer por la fuerza nuestro concepto de "libertad", dejamos claro no solo que consideramos que nosotras, las mujeres somos libres, sino que nuestras percepciones de la ética, la moral, la libertad... son las adecuadas y las que todo el mundo debería tener, cayendo así en un descarado etnocentrismo, puesto que no existe manera alguna de determinar con seguridad qué es civilizado y qué es una salvajada. Nuestro discurso etnocentrista y patriarcal de “quítate el burkini, mujer, serás más libre” es totalmente contradictorio. ¿Queremos que las mujeres sean sumisas y confíen en nuestras palabras, o queremos que tengan una actitud crítica y decidan por ellas mismas, sea cual sea su decisión? Da la impresión de que el trasfondo de nuestro mensaje es más bien “musulmanes, sí venís a Europa tenéis que adaptaros a nuestras costumbres”.
Las mujeres no aprenden a ser libres por la fuerza, a base de imposiciones, denuncias y prohibiciones, no; se les enseña. Y se les enseña a tener la libertad y la fuerza para ser críticas, juzgar, considerar, sopesar, tomar, y llevar a cabo su decisión, sea la que sea. Menos denuncias y más educación.
Es muy complicado. No podemos saber con seguridad si todas esas mujeres usan ese tipo de prendas por elección, porque realmente quieren, o por obligación, ya sea directa o indirectamente. Pero todos – musulmanes, cristianos, judíos, budistas, ateos, agnósticos…–, como decía Nietzsche, somos forzados inconscientemente a querer “cosas” que podríamos no querer en otras circunstancias, ya sea por sociedad o tradición. No hace falta siquiera recurrir al ejemplo de la depilación, que ha afectado gravemente al sector femenino de la población durante décadas y empieza desafortunadamente también a calar entre el masculino. Algo mucho más fácil: drogas, que “queremos” para encajar en un grupo y normalmente no tomaríamos porque sabemos que son perjudiciales para la salud.
ResponderEliminarAunque está claro que las drogas son malas, ¿lo es el burkini? El burkini lo diseñó Aheda Zanetti, una mujer australiana de origen libanés, para que su sobrina pudiera bañarse o jugar al voleibol sin asfixiarse de calor. Hasta entonces, las mujeres musulmanas que decidían usar el hiyab, pañuelo que cubre la cabeza pero deja la cara al descubierto, o se bañaban con ropa (algo que era poco común) o no se bañaban o directamente no iban a la playa.
El burkini les ha permitido, no solo nadar, sino también realizar todo tipo de actividades deportivas, de las cuales se veían mayormente privadas al llevar el velo. También servía para cualquier otra persona que no se viera cómoda con su cuerpo y quisiera taparse, como mujeres que han dado a luz recientemente. Era un método de integración, como defiende su creadora, pero la controversia está provocando que tenga el efecto contrario.
Porque hay, ciertamente, dos formas de observar este problema: como una paso hacia adelante o un paso hacia atrás. La primera, como he explicado antes, para que las mujeres que lleven este tipo de prendas, ya sea obligadas o voluntariamente, tengan mayor libertad de movimiento. La segunda, porque, a lo mejor, si no fuera por el burkini, quizás lucharían para poder llevar bañador en la playa o piscinas.
La segunda parece ser la opinión de gobiernos como el de Francia, que, como explica Óscar, ha prohibido su uso en diferentes playas. ¿Pero quiénes somos para decidir qué pueden o no llevar? En Europa les damos la libertad de elegir, libertad que quizás no tenían en sus países. ¿Dónde quedan las libertades que prometen nuestras leyes si les prohibimos que se vistan de cierta manera? Tampoco es que el burkini sea un burka, ¿no? Permite la visión completa de la cara, al menos.
La población musulmana ya vive en sus propios barrios dentro de las ciudades francesas. No se integran. Posiblemente se deba a que no quieran, pero prohibirles no ayuda. Todas estas campañas en contra del burkini, el pañuelo o incluso del Islam, solo han conseguido que se distancien más, como han demostrado los atentados terroristas de los últimos meses. Solo hace falta presionar a alguien en contra de algo que defiende para que lo defienda contra viento y marea. Los humanos somos orgullosos. El creciente odio hacia los musulmanes ha conseguido que se sientan más orgullosos de serlo, intentando buscar formas de mostrarlo. Es probable que sea esta la razón por la que cada vez crezca más, en contra de las expectativas, el número de mujeres musulmanas europeas que optan por cubrir sus cabezas y gran parte de sus cuerpos.
Definitivamente, prohibirles usar esta controvertida prenda no va a ayudar a la igualdad. De hecho, las mujeres que usaban burkini en las playas donde ha sido prohibido, o han cambiado de playa o bien han dejado de ir. Como expresa Luna, no por impedirles llevarlo van a encontrar el camino a la libertad de repente. Por lo que debemos luchar realmente, antes de librarles de su “falsa libertad”, es por que se integren y porque su forma de vestir no las aísle. En contra de la xenofobia, que es el verdadero problema.