1 de febrero de 2016

Infinita tristeza

La muerte es algo que nos llega a todos, tarde o temprano. Que bien viene de repente, rápida e inesperada, o se acerca lentamente, dejándose ver con múltiples avisos. Que bien te atrapa durmiendo, cayendo en el tan literario sueño eterno, o bien es acompañada de grandes dolores. Aunque, a pesar de lo dolorosa que puede llegar a ser la muerte para aquel que la sufre, me resulta difícil pensar que sea peor que el sentimiento de vacío que nos deja a los que quedamos en vida, a quienes vemos cómo todo aquello que conforma una persona, desaparece, se va.

Esto duele, claro que duele. Y duele mucho más cuando la que se va es una persona querida, pero no estoy escribiendo esto para hablar de esas muertes. Escribo esto porque acabo de escuchar una noticia en la televisión; sí, una de las tantas noticias que anuncian muertes día a día (ya sean por accidentes, asesinatos, famosos…). Pero esta noticia traía, yo creo, las peores muertes que se pueden producir en el mundo. Y es que lo que anunciaba era la muerte de niños.

“Este sábado murieron ahogadas al naufragar un barco 39 personas, 5 de ellas niños, aunque se siguen buscando más cuerpos, entre las costas occidentales de Turquía y la isla griega de Lesbos."

Niños hemos sido todos, todos hemos soñado qué queríamos ser de mayores, todos hemos tenido miedo y todos hemos querido crecer. Lo único que nos diferencia de esos niños es que nosotros hemos nacido aquí, en España, en Europa, a salvo, calentitos y con mayor o menor comodidad, pero con una calidad de vida incomparable a la de ellos. Lo único que nos diferencia de esos niños es que, mientras que nosotros nos preocupábamos por cómo celebrar nuestro próximo cumpleaños o por tener mayor número de cromos, ellos se ven obligados a abandonar sus casas y muchos de ellos a su familia, para montarse en un barco, lancha o mero flotador e intentar llegar a Europa. No por gusto, no para invadirnos ni para ser esa noticia repetitiva y aburrida que ya muchos consideran rutinaria; sino, tan solo, para evitar que su futuro sea tan negro como su infancia, para tener una vida digna o, qué digo, para vivir. Vivir sin más, porque ya más de 11.000 niños han muerto en la guerra civil de Siria que comenzó hace casi tres años. Y, aunque la mayoría mueren por bombas o proyectiles en sus propias casas, muchos son también víctimas de francotiradores o asesinados selectivamente. Según el estudio del Grupo de Investigación de Oxford, niños hasta de un año han sido víctimas de ejecuciones sumarias y han sido torturados.

Si a estos 11.000 niños les añadimos los 10.000 niños que se estima que han caído en situación de explotación al llegar a Europa, faltan las palabras. Desaparecidos ¿Vivos? ¿Muertos? Nadie lo sabe porque a nadie le importa. O, más repugnante aún, porque todavía habrá quien dirá que es culpa suya por no haberse quedado en su país.

Y así seguirá. A esos más de 20.000 niños se les sumarán más, muchos más. Total, únicamente son números, no es cómodo pensar que tras cada uno de esos pequeños cuerpos se encontraba un niño, una niña, inocentes, dulces, ansiosos por crecer y conocer el mundo, por hacer amigos, por jugar, por preguntar, por imaginar. No es cómodo pensar que esos niños han sido iguales que nosotros o que los pequeños que nos rodean y tantísima alegría nos dan. Esa alegría que cada niño guarda dentro y va repartiendo, sin juzgar y con inocencia, como solo los niños saben. Esa misma alegría que, en Siria y en el Mediterráneo, y también en nuestra civilizada y avanzada Europa, está siendo enterrada. 


Julia González, colaboradora del grupo Aequitas25.

8 comentarios:

  1. En la sociedad actual, el poder de los medios de comunicación se convierte en trascendental. Situaciones que en otros años serían desconocidas, nos llegan al instante a través de la prensa, la radio, la televisión e Internet. Estos medios producen un efecto inmediato en la opinión pública. Hoy nos retransmiten la huida desesperada de los niños sirios por barcos, trenes, camiones y a pie. Ante el drama en el que se encuentran millones de refugiados se alzan distintas voces, unos, a favor del asilo, y otros, en contra, advirtiendo de una serie de peligros, todos hemos sido niños pero algunos parecen olvidarse de ello como si hubiesen empezado a vivir con 18 años.
    Mientras que en territorios no muy lejanos de Europa se asesinaba a miles de hombres y mujeres, los europeos nos sentíamos seguros en nuestros países, no pensábamos que las consecuencias de la guerra nos pudieran afectar. Pero la llegada de refugiados procedentes de países en guerra y los actos terroristas llevados a cabo en suelo europeo nos muestran los horrores del conflicto bélico. Los refugiados que se ahogan en el mar por llegar a las costas europeas, no dejan de ser una noticia de unos segundos, son seres sin identidad, carecen de pasado y de nombre, perecen en el mar y descansan para siempre en un lugar de la anhelada Europa. Sin embargo, la imagen de un niño muerto en una playa, devuelto por el mar a nuestros pies, nos abre los ojos hacia una realidad; ya no es un ser sin identidad, tiene nombres y apellidos, está en nuestro territorio, tiene un padre que llora y todos nos sentimos identificados con su dolor.
    Europa reacciona, como es habitual, de forma lenta, negociando la acogida de refugiados y fijando su reparto entre los países, como si se tratase de una cuota más de objetos. Es entonces cuando se levantan reparos en contra de esta política de acogida a los refugiados. Se ha llegado a afirmar que son fugitivos, que es el caballo de Troya del Islam para dinamitar Europa, que se infiltran terroristas, que se utiliza a los niños para que nos sintamos culpables y se interrogan por qué no huyen hacia otros países árabes como Arabia Saudí y por qué no son socorridos por la Media Luna Roja.

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  2. Hoy en día, vivimos en una sociedad que, ni es receptiva ni está informada. Digo esto porque, miles de personas huyen de Siria con motivo de la guerra civil. Todos ellos tienen un sueño, y es, llegar a Europa para reconstruir su vida en el caso de los adultos, y empezar una nueva, en el caso de los niños. Pero se encuentran con que Europa no les abre las puertas, al contrario no les deja pasar. Ellos creían que Europa iba a estar esperándolos con los brazos abiertos, pero no es así, la Europa en la que vivimos tiene miedo; y con estas palabras el presidente de la Comisión Europea se dirigió a los refugiados: “No vengáis a Europa”. Un mensaje duro, pero que en el fondo está lleno de temor, y temor porque como todos, creen que los refugiados en Europa solo molestarían y empeorarían la mala situación que estamos pasando, un pensamiento erróneo.
    Muchos de esos refugiados mueren en el camino, incluso en su tierra; y muchos de los que mueren son niños y niñas inocentes.
    Mientras en España, estamos más pendientes de las payasadas del Congreso de los diputados que de esta situación; pero esto es así, porque por ejemplo, en los telediarios, le dedican casi todo el tiempo a la política y solo mencionan unos minutos el problema de los refugiados.
    En fin, somos la sociedad más vulnerable aunque pensemos lo contrario, porque nos manipulan como quieren. Hay que acabar de una vez por todas con la guerra de Siria, que es la causante de los refugiados y así podremos erradicar las muertes de muchos niños. ¡Manos a la obra!

    Octavio Acosta García
    2º Bach. B

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  3. Atentado del 13-N. Todo el mundo comenta y los canales no paran de hablar de lo sucedido. Había sido una catástrofe. El mundo entero volcado con París, pendiente de todo lo que pasaba. Había 130 muertos y 352 heridos.

    Siria. 470.000 víctimas y miles de refugiados. Poca gente comenta, de vez en cuando alguna que otra noticia.

    El principal problema es que estamos poco informados, vivimos en la ignorancia. No estamos concienciados de lo que está causando esa terrible guerra civil. También, es algo que nos pilla un poco más lejos y por eso, a muchos no les importa tanto.

    Es horrible que tantos niños mueran, otros, que por suerte están sobreviviendo, no han conocido otra cosa que su país en guerra, familiares y conocidos muriéndose.
    Muchos podrán pensar, que se apañen ellos solos, ¿es una guerra civil? Ellos solitos se lo han buscado. Pero, pensemos. No hace más de 90 años estábamos nosotros en una situación muy parecida. Nuestros familiares sufrieron, muchísimo. A mí, se me ponen los pelos de punta solo de pensar como lo tuvieron que pasar. Ellos, los sirios, están igual.

    Ahora, tenemos muchos más medios, para poder informarnos y así poder luchar contra esto. Pero no los aprovechamos.

    En mi opinión muchos europeos están sólo mirando a su ombligo. Muchos no quieren que vengan, con excusas como “traerán violencia” o “nos quitaran el trabajo”. Sólo nos tenemos que poner en la piel de esa gente. Sólo tenemos que imaginar cómo nos gustaría que nos tratasen en la misma situación. Ellos sólo quieren poder vivir.

    Vivir, ¿tanto piden?

    Ana Cerezo Arenas 1ºBto A

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  4. Cuando ocurrieron los atentados de París toda Europa se volcó en la lucha contra el terrorismo. Es una reacción lógica ya que la muerte de personas siempre es triste e injusta. Pero por eso mismo, porque siempre es injusto y triste deberíamos pensar que los niños que han muerto en este naufragio no son un caso aislado sino todo lo contrario que muertes como estas ocurren con mucha más frecuencia de la que podemos imaginar y no solo en naufragios también mueren a diario por el terrorismo, las malas condiciones sanitarias, accidentes, por explotación laboral… ¿Por qué estas muertes casi nunca ocupan un lugar en telediario? La respuesta a esta pregunta es tremendamente cruel es porque los tratamos como si fueran animales. Pasamos de ellos porque están demasiado lejos y en lugar de ayudarlos nos aprovechamos de ellos.

    Es lógico que si en París, un país tan cercano a nosotros, se cometen atentados como los que tuvieron lugar el 13 de noviembre a todos nos invada el miedo, pero lo que no me parece lógico es que a las puertas de Europa halla gente con un miedo mucho más fundado que el nuestro y nosotros no los dejemos entrar. Desde los atentados de París se han puesto en marcha todo tipo de medidas antiterroristas, pero en mi opinión, la de un simple estudiante de Bachillerato, ¿No deberíamos aparte de prevenir muertes deja de provocarlas?.

    Todos los días en el telediario podemos ver como hablan de cientos de muertos en algunos países y no se le dedica mucho tiempo más del que se tarda en decir el número de muertos. Esto fue más que evidente con la crisis del ébola. Todos los días en telediario hablan de la astronómica cifra de muertos que estaba habiendo en África y acto seguido empezaban a hablar del nuevo peinado de Cristiano Ronaldo como si nada. Al cabo del tiempo hubo algún que otro afectado en los países desarrollados y ocupo todos los medios informativos, poco después se empezó a desarrollar la cura.

    Desde que nací he visto como solo somos algunos los privilegiados que podemos vivir tranquilos y seguros, pero por lo visto esto es ya algo que todo el mundo ha asumido y que parece que no solo no se intenta solucionar si no que es un problema que estamos metiendo debajo de la alfombra.

    Francisco Labrador Abad 2ºBach B

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  5. Un nombre que no muchos europeos saben pronunciar, una cara que se olvida pronto, puesto que pocas fotos se le han podido hacer, un pequeño cuerpo que flota en el agua, mecido suavemente por las olas, antes de hundirse definitivamente en el fondo del mar y ser comido poco a poco por los peces, hasta que solo queden los huesos.

    Nadie buscará los restos del pequeño entre las algas profundas, no lo incinerarán ni lo enterrarán apropiadamente, aunque sí yacerá junto a otros que han fallecido como él, no habrá ningún funeral ni nadie irá a llevarle flores. Sus padres, puede que ni siquiera sepan de su muerte hasta años más tarde. Puede que nadie lo eche en falta. Ni que se llore su muerte.

    La mayor parte de sus compañeros de viaje lo han conocido durante este. Solo es un niño más entre los que iban en ese “barco”, si se le puede llamar así. Metido en ese barco por sus padres, desesperados por conseguirle una vida mejor a su hijo, aún a riesgo de estar enviándolo a una muerte segura. Un crío que no levantaba un palmo del suelo, que difícilmente llegaba a la altura de la cintura de cualquiera de los hombres, y que pesaba lo mismo o menos que un saco de patatas de los que venden en cualquier mercado.

    Seguramente no habría conocido otra cosa que la guerra. Se habría acostumbrado a pasar hambre, a dormir sobre cualquier terreno y con el ruido de las bombas y de las balas de fondo, a pesar de que a veces le despierten, a esconderse y huir de los hombres portadores de armas de fuego y también se habría acostumbrado a la muerte. Con menos de cinco años podría haber visto morir a más personas de las que suele ver un europeo a lo largo de toda su vida. Habría visto el dolor en la cara de mucha gente y habría sentido miedo. Mucho miedo.

    Él solo quería jugar. Con una pelota hecha con trozos de tela o con un palo que encontró tirado en el suelo. Pero no sabía que para eso tenía que irse a vivir a otro lugar lejos de sus padres y de cualquier lugar y lengua que le fuesen conocidos. Habría llorado al verlos alejarse, dejándolo solo y rodeado de gente desconocida. Le dijeron que iba a poder jugar, que no vería morir a más gente ni a oír bombas ni balas. Que tendría un futuro. Pero nadie le dijo que una ola lo tiraría al agua y que no serían capaces de volverle a coger. Que entraría agua en sus pulmones y que no podría respirar, que no vería nunca más tierra firme. Su vida acababa sin que hubiera empezado realmente.

    Pocas horas más tarde es retransmitido en las noticias como han muerto “otros” tres niños, entre ellos él, ahogados en el mar, en el día de hoy, junto a otros tantos adultos. Todos nosotros nos iremos a la cama con las mismas preocupaciones que ayer: los exámenes, el gobierno, el trabajo, los deberes… Este chico no. Las bombas seguirán cayendo en las ciudades sirias. Pero a él ya no le despertarán.

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  6. Me da tanta rabia esta noticia, rabia por no poder hacer nada, pero sobre todo porque las personas que pueden hacerlo prefieren mirar hacia otro lado. No nos damos cuenta que estamos poniendo en juego la vida de personas, como si dependiendo del sitio donde hayas nacido tu vida valga más o menos.

    Esta semana no he parado de escuchar en la televisión noticias sobre el cierre de fronteras de varios países y la impotencia me recorría el cuerpo mientras iba escuchando más y más. Por supuesto que se puede solucionar esa situación, pero solo queriendo hacerlo y al parecer, no interesa. Están demasiado ocupados eligiendo al presidente de Estados Unidos o preparando los Juegos Olímpicos como para preocuparse de que hay miles y miles de personas atrapadas en medio de la nada, en "campamentos" que son en realidad terrenos de tierra sin ni siquiera una gota de agua que llevarse a la boca. Mujeres embarazadas, niños, hombres, todos y cada uno de los que están ahí lo único que están haciendo es huir de la guerra, de una muerte segura.

    Y aún así hay gente que sigue pensando que vienen a quitarnos los trabajos o a cobrar ayudas sin hacer nada, bla bla bla. Lo que hacen es exactamente lo mismo que haríamos nosotros en su situación. Me parece una vergüenza que no seamos capaces de tener ese mínimo de empatía. ¿Qué pasa con los derechos humanos? ¿El derecho a la vida sólo es válido si has tenido la suerte de nacer en Europa o Norte América?

    Vamos a abrir las mentes, vamos a avanzar, que por ahora, a parte de quien pueda prestar ayuda económica, es lo único que está en nuestra mano.

    Por otro lado, no puedo imaginarme lo horrible que debe ser que tu preocupación al ir al colegio en vez de ser las asignaturas suspensas, la gente que te cae mal, etc, sea que tienes posibilidades de morir por un bombardeo. O porque irrumpa un hombre en tu aula y te quite la vida con un francotirador porque simplemente ha decidido que un niño que no tiene nada que ver con los intereses políticos o religiosos que pueda llegar a tener el país, merezca morir.

    Realmente espero que esta situación acabe lo más pronto posible y que a esas personas les espere un futuro como el que se merece cualquier persona por el hecho de ser persona y dejando a un lado el continente, país o ciudad donde haya nacido.

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  7. La guerra que ahora mismo Siria no es ni más ni menos que otra entre muchas guerras que beneficia a otros países, países más desarrollados que sacan grandes cantidades de dinero “sucio” de estas guerras, de estas muertes. Lo peor de todo es que estos países saben perfectamente las barbaridades de una guerra, muertes inocentes de niños y familias que tuvieron que pagar sus vidas por la avaricia de otros.
    La desesperación por olvidar y huir de esta pesadilla es un negocio aun mayor para las mafias que trafican con personas, buscar un negocio en la desgracia de otras personas y esto es aun más lamentable. Muchas de estas personas pagan su “billete” para ir a Europa en cualquier cosa que flote, y muchas de estas personas desgraciadamente mueren por el camino. Los países que sacan beneficio de esta guerra, vendiendo armas y munición, saben toda esta situación pero miran para otro lado, gana dinero, dinero que está manchado de sangre, sangre inocente.
    En esta vida siempre dominará el dinero, quien tiene más dinero y cuando entre en guerra un país que necesita dinero, es cuando actúan estos países. Personas que tienen sus vidas allí, lo dejan todo para salir de allí y pagarse un billete a Europa que cuesta alrededor de los 1000 euros, mientras que para otros este dinero es impensable conseguirlo. Esta guerra se pudo haber acabado hace ya mucho tiempo, pero claro, como esta situación genera dinero, no interesa. Cuando dejemos de pensar tanto en el dinero y veamos que bajo él están vidas, llenas de deseos, ilusiones, ¡sentimientos! Que se desvanecen por culpa de gente corrupta, podremos estar hablando de un verdadero sentimiento de solidaridad, que tanto hablan pero no lo llevan a la práctica.

    Manuel Macias Pardo 4ºA

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  8. Si hay algo inevitable en esta vida es la muerte. Ese paso en el que no queremos ni pensar pero que lo hemos de dar obligatoriamente. A todos nos gustaría morir viejecitos, rodeados de nuestros seres queridos y sin sufrimiento alguno. Pero la vida es injusta. A veces te la arrebata un enfermedad, otras nosotros mismo decidimos acabar con ella y muchas otras el asfalto, la carretera se apodera de ella. Ante esto podemos hacer poco, desgraciadamente, porque por muchos avances en medicina y medidas de seguridad en la carretera haya, nunca podremos prevenirnos al 100% de ellas. En cambio, no son inevitables las miles de muertes de los niños de países en guerra como Siria, al que Julia González hace referencia en su artículo.

    Yo aún soy una niña, de 16 años de edad, aquellos niños de Siria a mi edad, hace mucho que habían dejado de ser niños para convertirse en adultos. Cuerpos pequeños con mentalidad de adultos. Esos mismos “adultos” que pasan hambre, que han vivido una infancia oscura y que en su presente reina el conflicto y la desolación. Aún seguimos preguntándonos: ¿Qué podemos hacer?, aparte de todo lo que no hacemos.

    Me gustaría que recordarais que cada uno de ellos también tienen miedos, esperanzas, sueños e ilusiones. Aunque muchas de esos miedos, esperanzas, ilusiones… son muy diferentes a las nuestras. Por suerte o por desgracia.

    Todos, absolutamente todos haríamos lo mismo, cruzaríamos mares, fronteras, país con el único objetivo de salvar a tu familia de una trágica muerte segura. No es tanto lo que piden, tan solo quieren dormir bajo un techo seguro y que la palabra felicidad aparezca en su vocabulario.

    Aquí hacemos ver que nos importáis mucho, pero solo sabemos de vosotros un número, cuando ya no estáis. Tan solo sabemos llorar el dolor televisado. Aquellos que se dignen a leer estos comentarios, seguirá durmiendo con la conciencia tranquila, sin poner en practica esa cuestión moral que caracteriza a nuestra propia condición del ser humano, puesto que seguimos pensando que estamos atados de pies y manos y que no podemos hacer nada por evitar esta trágica situación. Mientras tanto, en Siria seguirán muriendo miles de niños. Entonces, Europa seguirá en la mera ignorancia.

    Sara Guisasola Castillo 1ºBach A

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