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Bermet, de 19 años, posa en casa de su suegra en un pueblecito de la
región de Cholpon-Ata. Bermet salía de sus clases de Filología cuando
fue secuestrada por un desconocido. Ahora está embarazada de cuatro
meses. |
Una de cada tres mujeres que contrajo matrimonio en Kirguizistán lo
hizo contra su voluntad: la mayoría fueron secuestradas de forma
violenta y por un desconocido. Las bodas por secuestro son una retorcida práctica que, con falsos
tintes de antigua tradición, condena a una de cada tres mujeres de este país
a contraer matrimonio por la fuerza. Jóvenes esposas obligadas a
casarse súbitamente y por sorpresa con un hombre, a menudo un
desconocido y habitualmente de forma violenta.
La antigua tradición que se usaba para evitar pagar la dote de la
novia sigue siendo socialmente muy aceptada y, pese a los esfuerzos de
activistas y asociaciones, impune ante la ley.A pesar de que hace años que la legislación de esta república castiga y
persigue las bodas por secuestro, apenas ha habido condenas contra los
raptores. De hecho, tan solo se ha sentenciado a dos en los últimos 20
años.
Aunque estas dos condenas dan un poco de aire a las activistas, los
suicidios entre jóvenes cada vez son más habituales en el país. Un lugar
en el que aunque se estima que entre 8.000 y 15.000 mujeres contraen
matrimonio a la fuerza cada año, tan solo 10 casos fueron denunciados y
llegaron a los tribunales el año pasado, en 2013. Un país, en el que sin
embargo, se celebraron en las cortes más de 600 juicios por robo de
ganado. Un código penal que castiga más severamente a los ladrones de
ovejas que a los de mujeres: el artículo 165 impone hasta 11 años de
cárcel a aquellos que hurten ganado, pero que tan sólo condena con tres o
seis años de prisión los que hayan secuestrado o intentado secuestrar a
una mujer con el fin de contraer matrimonio.
Aparentemente, la república de Kirguizistán es la vanguardia de la
modernidad y la democracia parlamentaria en Asia Central. Tanto, que en
2010, una mujer, Rosa Otunbáeva, se convirtió en la primera presidenta
de una exrepública soviética islámica como esta. Sin embargo, desde que
cayó la URSS, los raptos de novias han aumentado considerablemente. “Al
parecer, tras la independencia de la Unión Soviética en 1991, aumentaron
los secuestros en el país como una forma de reafirmación cultural, como
símbolo de identidad nacional”, explica Russell Kleinbach, profesor
emérito de la Universidad de Filadelfia.
La doctora Orunbaeva,directora de la fundación Open Line dedicada entre otras cosas a luchar contra esta práctica, trabaja estrechamente con el clero islámico y con
policías y militares. Los primeros condenan fervientemente esta práctica
que se aleja de la bondad coránica y colaboran mucho y bien con ella.
El segundo colectivo, el de los de uniforme, es bastante más díscolo: A
pesar de los esfuerzos de activistas, ONG y el propio gobierno, la
mayoría de los secuestros cuentan con el habitual beneplácito o la vista
gorda de la policía local.
El reportaje completo merece la pena. Puedes leerlo
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