Nos hacen creer que los cánones de belleza han cambiado, que ahora se lleva eso de 'donde haya para coger', que las excesivamente delgadas no gustan; que estemos contentxs con nuestro cuerpo. Sin embargo, los anuncios de bikinis siguen protagonizados por modelos cuyos cuerpos no han sido conseguidos a través de la dieta que cualquiera de los espectadores puede consumir. Las tallas de ropa siguen limitando los conjuntos de los que nos podemos abastecer. Los chicos se siguen yendo con una barriga plana y unos pechos/culo bien puestos. Las chicas siguen optando por un abdomen marcado de gimnasio.
"El ideal del estético femenino actual no es no es el más saludable, según varios estudios científicos, y el Índice de Masa Corporal mejor valorado en mujeres está por debajo de los niveles sanos. Estos factores culturales influyen en que haya un incremento de los trastornos alimenticios entre los más jóvenes."
En este reportaje de 'El País' del pasado 15 de abril de 2017, se describen numerosas situaciones donde una serie de mujeres narran su primer recuerdo acerca de la obsesión con el peso en el colegio, en casa...
"Comencé a sentir la presión antes en el colegio que en el entorno familiar, en concreto por los niños. Algunos chicos me llamaban Olivia -por la de Popeye- y algunas chicas me decían anoréxica. Solo cuando mis pechos se desarrollaron se olvidaron de los motes."- Laura, 33 años
"Recuerdo de adolescente ir a la piscina y decirle a mis amigos que me tiraran al agua como si fuera de broma para poder bañarme sin quitarme la ropa. Estaba tan acomplejada que no podía ponerme bañador. Cuando veía a mis amigas bañarse en bañador me moría de envidia. Y yo, acomplejada viva. Todavía me sigue dando vergüenza quitarme la ropa." María Isabel, 56 años
Como buena opresora, la sociedad critica a aquello fuera de los límites, ya sea por encima o inferiormente. No sólo es el caso del 'exceso' de peso, sino también de la 'carencia' de este. Gorda. Flaca. Todo daña.
Dos vocales. Tres consonantes. Cinco letras. Una palabra. Infinito daño. Todo el mundo teme una pelea, un asesinato; a la violencia física. A mí, lo que me aterra es la verbal. Nadie es consciente del poder del que dispone al tener unos labios y unos pensamientos retorcidos para aquel que no es de su agrado. Nadie es consciente de cómo el otro puede reaccionar. Nadie es consciente de qué efectos o medidas pueden llevar a ese oyente a tomar.
Sonrisas todas las posibles, pero nunca dedicadas a uno mismo. Continua insatisfacción. Más aversión al reflejo del espejo que a esos causantes de tu problema. Tener que conformarte con eso que ves, que sobra decir que no es de tu gusto.
Sin embargo, en ocasiones ni un factor externo es necesario para el desencadenamiento de dichos juicios sobre tu persona. Y es que si una boca era peligrosa, mejor ni mencionar nuestra propia mente.
Adela García Ramírez, colaboradora del grupo Aequitas25