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Santiago Romero Granados, exdecano de la Facultad de Ciencias de la Educación |
Durante siete años, tres mujeres en calidad de profesoras de la
Universidad de Sevilla estuvieron sufriendo una serie de desagradables e injustificables
acosos y abusos sexuales por parte de Santiago Romero Granados, catedrático y
ex decano. Tras seis años desde que conoció los sucesos, la Universidad ha
tomado parte en el asunto y ha suspendido de toda actividad académica al
acosador, que ha sido previamente condenado a siete años de cárcel. El padre de
una de las víctimas nos cuenta cómo fue la experiencia para que tengamos más información sobre el caso.
¿Qué ha supuesto esta experiencia para la víctima? ¿Lo ha
superado? Si es así, ¿cómo lo ha conseguido?
El hecho de que después de 7 años aún les produzca ansiedad
recordar la nefasta experiencia, y que para evitarlo y para contestar a estas
preguntas se tengan que valer de personas intermedias que la representen, son
indicativas de que todavía no lo han superado. A ello ha contribuido la mala y
escasa respuesta que dio la Universidad en su día, así como lo interminable del
proceso judicial.
El pasado mes de enero, con ocasión de que se dictase sentencia,
ha sido un mes para olvidar, a pesar de la satisfacción de las víctimas al
comprobar que la justicia finalmente les daba la razón.
¿Cuándo empezaron los acosos?
Apenas llegan a la Facultad en calidad de profesoras.
¿Cuál fue la primera medida que adoptaron al empezar a sufrir dichos
acosos?
Más que medida por parte de las víctimas, fue la sensación de
incredulidad de que pudiera estar ocurriendo algo así. Conforme a sus
posibilidades, trataban de evitar la relación personal con el acosador; algo
difícil dado que era jefe del departamento y persona de la que dependían las
tres profesoras; el acosador era además director de tesis de una de las tres
mujeres. El catedrático exigía se le rindiese cuenta de los trabajos académicos
como medio de acceder a las víctimas.
¿Cuál fue la respuesta que recibieron ante las denuncias iniciales?
Casi nula.
¿Cuál fue la actitud de los compañeros de trabajo del acosador
ante el caso?
En su mayoría, de rechazo a las denunciantes y de apoyo al
catedrático. Firmaron mayoritariamente un escrito de respaldo al acosador. Y
después declararon a su favor en el juicio. Esto se explica porque en su
condición de antiguo decano, catedrático y jefe del departamento tenía un
inmenso poder sobre el futuro laboral del profesorado, la mayoría con contratos
temporales. También contaba con familiares entre los profesores (una hija y dos
sobrinas) y personas que le debían favores (por haber "colocado" a
parientes). En teoría el sistema (de acceso a las plazas de profesor, estancias
en el extranjero, realización de publicaciones, etc.) es democrático. En la
práctica, una sola persona con poder (como era el caso) manipula todo lo que
quiera hasta forzar las decisiones y conducir los resultados a su antojo. En
las reuniones del departamento era este catedrático el que hacía las propuestas
(de renovar o no renovar la contratación, expulsar o admitir en un grupo de
investigación...) y nadie se atrevía a llevarle la contraria, votando todos
disciplinadamente conforme a la voluntad del jefe.
Hágame una descripción breve del proceso judicial.
La descripción puede ser breve pero el proceso judicial ha
resultado interminable: más de 4 años la fase de instrucción (una primera
instancia donde el juez reúne pruebas, toma declaraciones y presenta
calificaciones provisionales de las partes en el proceso); año y medio más para
que el juez de lo penal celebrase el juicio oral; y casi 8 meses para dictar
sentencia. Contra esta sentencia cabe presentar recurso de apelación por parte
del condenado, recurso que puede tardar en resolverse otro año. En su
sentencia, el juez penal declara probados los hechos denunciados por las tres
profesoras y también pone en entredicho la honradez de gran parte del
departamento de la Facultad. También añade que cabía una primera respuesta en
el ámbito disciplinario por parte de la Universidad, cosa que no se hizo.
¿Cuál fue la postura de la Universidad de Sevilla como
institución?
Al principio, de respaldo al acosador. Por dos razones: por su
mayor categoría jerárquica y por temor al escándalo (al final el escándalo se
ha multiplicado, y lo que no querían que ni siquiera se supiese en el pueblo, al
final se ha conocido en toda España).
Con el siguiente rector se produjeron algunos cambios en el
departamento, que en la práctica se mostraron insuficientes para remediar el
daño. El acosador ha seguido durante todo este tiempo en la Facultad, y aunque
ya no como jefe de departamento, sí todavía mandando en las sombras.
¿Qué piensa que se puede hacer para prevenir el acoso?
Establecer instituciones que respalden a las víctimas y no
respondan solo a una formalidad, a un protocolo que más que dar respuestas
válidas se limita a cubrir las apariencias. La víctima se encuentra sola, con
la sensación de que nadie la cree; propiciado en gran medida porque hay
personas con cargos interesadas en lavar los trapos sucios en casa, o más aun:
en negar que haya que lavar nada. En su día se acudió al defensor
universitario: no hizo nada. El servicio de riesgos laborales hizo lo mismo:
nada. Y así un montón de cargos supuestamente establecidos para evitar estas
situaciones.
Aplicar el reglamento disciplinario previsto para estos casos (
en donde se contempla sanciones como la pérdida del empleo público) y mayor
protección a las víctimas.
También mayor agilidad de la respuesta penal.
Y por encima de todo ello, educación en valores: crear conciencia
de que nadie puede abusar de su situación de superioridad para forzar la
voluntad de las personas bajo su mando. Respeto a la dignidad y a la libertad
sexual y general de todos.
Tampoco estaría de más un cambio del sistema de elección del
rector y del acceso a las cátedras, reducir el poder de los jefes de
departamentos, mayor control para que el funcionamiento sea en verdad
democrático.
Pero por encima del derecho penal o del reglamento disciplinario,
lo suyo es que nadie haga o deje de hacer, solo y exclusivamente por cuestión de
conciencia. El problema es cómo cambiar las conciencias. Sobre todo, cuando
para bien o para mal, estas conciencias ya están formadas.
Luna Jiménez, colaboradora del grupo Aequitas2